Mapoteca Manuel Orozco y Berra
En su época se le describía a Manuel Orozco y Berra como ingeniero topógrafo y antiguo alumno del Colegio de Minería. También fue abogado, miembro de las Academias de Ciencias y de Literatura, de la Sociedad de Geografía y Estadística, miembro fundador de la Academia Mexicana de la Lengua y miembro de muchas otras academias y sociedades. Autor prolífico, en su obra destacan los Apuntes para la historia de la geografía en México, Memoria para el plano de la ciudad de México (1867), el monumental Materiales para una cartografía mexicana y su gran obra, Historia antigua y de la conquista de México, en cuatro partes, de las cuales solo alcanzó a ver publicadas las dos primeras.
Esta carta etnográfica que ahora publicamos, no fechada, está asociada con la Geografía de las lenguas y Carta etnográfica de México, Precedidas de un ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus, también de don Manuel, de 1864. Originalmente contenía una carta que debe ser ésta que publicamos. Esa obra tiene una notable introducción, donde el autor refiere sus dificultades pecuniarias, así como el dolor que le causó la muerte de sus dos hijas, en el tiempo en que sacó adelante estas obras. Menciona que éstas pudieron ser terminadas y publicadas gracias al apoyo del emperador Maximiliano y su subsecretario de Fomento, José Salazar Ilarregui. Por cierto que su labor como director del Museo Nacional bajo Maximiliano, tiempo en el cual elaboró La Carta General del Imperio, le valió ser encarcelado al triunfo de la República y separarse de la administración pública desde 1867 hasta su muerte.
Como escribe en esa introducción, los grandes sabios José Fernando Ramírez -a quien está dedicada la Carta- y Joaquín García Icazbalceta le dieron acceso a sus bibliotecas y lo proveyeron así de las fuentes historiográficas apropiadas para elaborar una carta etnográfica del país. Esas fuentes son las que aun hoy en día se consideran las más propias para este trabajo; en ese entonces muchas de ellas existían unicamente como manuscritos originales: escritos del periodo de la conquista o referidos a ella y al periodo prehispánico, como los de Bernal Díaz del Castillo y Bernardino de Sahagún; cronistas e historiadores como Ixtlilxóchitl, Torquemada, Juan Bautista Pomar, Andrés Pérez de Ribas; relaciones geográficas y otros escritos virreinales, civiles o eclesiásticos, vocabularios y gramáticas de las lenguas indígenas, censos, atlas de lenguas y etnias y muy diversos estudios previos, mexicanos, ingleses, franceses, sobre las lenguas de México y sus clasificaciones, como aquellos de los jesuitas del siglo XVIII Francisco Javier Clavigero y Francisco J. Alegre, y autores contemporáneos a Orozco y Berra, como los mencionados o Francisco Pimentel, que había publicado poco antes su Cuadro descriptivo y comparativo de las lenguas indígenas de México (1862).
El resultado, esta carta etnográfica, a pesar de que recoge materiales más antiguos, refleja como es su intención la realidad indígena en 1864. Se le puede comparar con otras propuestas de su época, con otras más cercanas a nuestro tiempo, y también con propuestas hacia el pasado prehispánico, como el mapa de Lenguas nativas en 1519 del conocido geográfo histórico Peter Gerhard (Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821). Gerhard no registraba como Orozco y Berra un contínuo de la lengua náhuatl o del mexicano, desde la costa del golfo hasta una larga franja de la costa atlántica hacia el norte: en esta carta de 1864 desaparecen tlapaneca, texcateca, cuitlateca, panteca, huahua y varias lenguas más, sustituidas por el mexicano. Es muy posible que esto haya ocurrido en realidad, en cierta medida, pues después de la conquista el mexicano se convirtió en lingua franca en varias áreas indígenas y, por otro lado, en tres siglos y medio varias de las etnias mencionadas deben haber sufrido un proceso de reducción.
La propuesta de Orozco y Berra divide todo el territorio nacional en contínuos geográficos -de todos tamaños- de una sola lengua-etnia cada uno. Se trata de una simplificación de la que el autor era consciente, y le ocurre también al mapa de Gerhard -su mayor detalle se explica sobre todo porque construye el mapa correspondiente a un periodo muy anterior. Los estudios etnohistóricos muestran la convivencia de varias etnias en territorios comunes. Estas combinaciones se explican en particular por el origen foráneo de muchas de las etnias: sus asentamientos ocurrieron al cabo de migraciones, se establecieron aquí y allá donde ya había población.
Se podría estudiar más a fondo, con estos y muchas más materiales existentes, la evolución de las etnias en la historia y la geografía de México.
Estos trabajos de Orozco y Berra tienen su origen en una Memoria del Ministerio de Fomento, publicada en 1857, durante el gobierno de Ignacio Comonfort, que tenía un plano inserto. Don Manuel colaboró en esta memoria en tanto oficial mayor que era entonces de la Secretaría de Estado y del Despacho de Fomento, Colonización, Industria y Comercio de la República Mexicana. Especificamente se ocupó de las memorias llamadas Informe sobre la acuñación en las casas de moneda de la República, Población de la República Mexicana, Divisiones eclesiásticas y Carta etnográfica.
Bibliografía mínima
Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821. México, UNAM, 1986.
Manuel Orozco y Berra, Geografía de las lenguas y Carta etnográfica de México, Precedidas de un ensayo de clasificación de las mismas lenguas y de apuntes para las inmigraciones de las tribus. México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, 1864.
_________________________, Materiales para una Cartografía Mexicana. México, Sociedad de Geografía y Estadística, Imprenta del Gobierno en Palacio, 1871. Edición reciente, México, SAGARPA SIAP Mapoteca Manuel Orozco y Berra, 2012.